sábado, 14 de enero de 2012

Educando y "educar-se" en un piso de acogida para hombres en prisión

En esta entrada vais a poder disfrutar del testimonio de un educador que ha querido colaborar en mi blog ¡MUCHAS GRACIAS!        

      "Resumir en breves líneas mi experiencia como educador en un piso de acogida para hombres que están en prisión se me antoja a priori como una tarea complicada. Son muchas las vivencias que se acumulan tras año y medio de continua interacción, pero con la intención de ser breve y conciso he optado por detallar tres de los aspectos más significativos que rescato de esta experiencia, laboral y personal.

           En primer lugar me quedo con el hecho de que tras mi paso por el piso de acogida ya no he vuelto a ser la misma persona que era antes. He compartido con colegas de profesión este sentimiento, y me ha alegrado darme cuenta que en la mayoría de ocasiones es compartido. La implicación del educador en ámbitos como la convivencia diaria, las rutinas y el inicio de procesos de inserción genera vínculos de unión muy fuertes que difuminan la débil línea que separa nuestro rol profesional del personal. Estar en "el piso" me hizo entregarme a fondo perdido a una dura realidad que trastoca, que te mueve y te remueve, que en definitiva te educa. Es por ello que como primer aspecto de mi experiencia como educador en el ámbito de la prisión me quedo con la bidireccionalidad del hecho educativo, con haber aprendido a ser educado por la realidad al tiempo que pones tu granito de arena para educar así a la realidad que te rodea. Darme cuenta, en definitiva, que el verbo educar es transitivo y se conjuga "educar-se".

          También ha resultado significativa la urgencia con la que, tras abandonar el mundo de la prisión, he comenzado a hablar sobre el tema, a investigar y a escribir. Se han dicho tantas cosas acerca de la cárcel (y tantas veces tan mal dichas) que todas aquellas personas que por suerte o por desgracia hemos recalado profesionalmente en alguno de sus ámbitos de intervención nos sentimos en la obligación de poner en conocimiento de los demás una visión más real de lo que allí dentro sucede. Quiere ser un tributo a todas aquellas gentes que día a día trabajan por dignificar una realidad muy dura, por ofrecer esperanza a quienes lo han perdido todo y ser punto de arranque de caminos interrumpidos pero no terminados del todo.

        Por último, y como punto más destacado de mi experiencia en el piso, me quedo con el trato humano de poder trabajar día a día los procesos de inserción de tantas y tantas personas. Ese contacto directo de compartir todos los días la mesa a la hora de comer, esa naturalidad que adquiere la relación personal, donde los roles se convierten en conceptos secundarios, que no desaparecen pero no entorpecen. Me quedo en definitiva, con los nombres y las caras de todas aquellas personas que pasaron por la casa en aquellos meses.

       Durante aquella época rondaba por mi cabeza una frase que acababa de leer y que, por el momento vital que atravesaba, me caló bastante hondo y me sigo repitiendo bastante a menudo. Quiero terminar de esta manera invitando a seguir pensando sobre el hecho educativo de una manera crítica, de tal forma que siempre deje un hueco para la esperanza".


“con poco trabajo la ortiga sería útil;  
se la desprecia, y es dañina. Entonces se la mata. (…) 
Amigos míos, acordaos de esto;  
no hay ni malas yerbas ni malos hombres.  
No hay sino malos cultivadores.”

Victor Hugo, Los Miserables





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